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Primeros pasos para la felicidad en las empresas

Un síntoma de que te acercas a una crisis nerviosa es creer que tu trabajo es tremendamente importante.

Bertrand Russell

Existe una cláusula secreta, o tácita, en las empresas españolas que dice que cuando vamos al trabajo no debemos mostrar nuestras emociones. ¿Suena familiar?

Al mismo tiempo por parte de las organizaciones se trabaja hoy en día en busca de la “felicidad en la empresa”, se reformula el éxito hablando de la “empresa sensual”, se pide alegría a los trabajadores y se organizan cursos de “risoterapia”.

¿No parece esto una especie de contradicción?

Trabajo para empresas maravillosas que tienen jefes sensibles que desean la felicidad para sus empleados y así lo comunican cuando voy a impartir una formación. El semblante de los participantes se queda lívido al escuchar que esas jornadas les van a servir para que sean más felices en su vida. Después de unos segundos de silencio para procesarlo, se sienten invadidos por el miedo que se percibe en sus expresiones y muchos se quedan paralizados.

Un número pequeño de trabajadores se alegra, aunque no lo manifiesta expresamente. El resto se pone a la defensiva. Ya no me sorprende que existan esos empresarios, lo que me sigue sorprendiendo es la reacción de los empleados, me asombra que perciban de forma peligrosa esa intención de procurar lo mejor para ellos. Es como si sintieran que en la empresa eso de la felicidad no puede existir, que cuando van a trabajar no pueden disfrutar, que eso solo puede suceder en otro ámbito, si sucede. Bien es cierto que, además de la voluntad humanística de estas organizaciones va aparejada un deseo de aumentar los beneficios. Si los trabajadores están alegres, realizados, automotivados, la empresa ganará de muchas formas: buen clima, motivación contagiosa, autoliderazgo, disminución de conflictos derivados del malestar y la frustración, entre otros muchos aspectos que involucran a las personas. Por tanto en beneficios.

Como se ve, al parecer, la ganancia es para todos, aunque el temor exista en ese tipo de empleados: temor a exponerse, a perder su espacio de intimidad, es confesarse sensibles y emotivos. Y es tarea de la dirección hacerles ver que esto es altamente positivo.

Inteligencia relacional

La mejor forma de iniciar este camino es dar a las personas la oportunidad de conocerse a sí mismos. Si los trabajadores no se conocen, si no tienen un alto índice de Inteligencia Emocional (IE), no podrán trabajar en un ámbito colaborativo.  Ya sabemos que la IE tiene dos vertientes, la intra-personal y la inter-personal, es decir, el conocimiento de uno mismo y el de lo que llamamos Inteligencia Relacional.

Sin el primer estado no podemos llegar al segundo, es decir, sin el conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta… (Howard Gardner) no podremos llegar a ser ni asertivos ni empáticos, habilidades fundamentales para poder convivir y trabajar con los demás.

Por ello, es mostrarse auténtico, sin máscaras sociales, hoy es un requisito para conseguir un mayor placer en el ámbito laboral. Desde la propia gestión emocional que genera seguridad y desde allí una construcción más humana y completa de las relaciones, permiten que la tarea se convierta en un objetivo más alegre y confiado.

Si ahora mismo no vives una sensación cómoda o de alegría en tu trabajo, ¿crees importante que modifiques algo en ti para conseguirlo? Si la respuesta es afirmativa, ya sabes que uno de los secretos para conseguirlo es ser tú mismo también en este ámbito y no solo en tus otras esferas, ¿cierto? Por ello conocerte es fundamental. Deja las máscaras fuera y conviértete en la mejor versión de ti mismo.

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