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Pertenencia e Integración (1)

Convencemos por nuestra presencia.

Walt Whitman

La pretendida y muy extendida separación entre los mundos privado y laboral acarrea que nos encontremos fácilmente con la falta de sentido y de pertenencia a nuestro trabajo, lugar donde pasamos la mayor parte del día. Ya sabemos que si no nos sentimos parte de algún grupo, nuestros pensamientos van a llevarnos a la frustración, la resignación o al despido interior.

La implicación en mi trabajo hace que me sienta más satisfecho y por ende más vinculado y pro-activo. Son esos días en los que me siento orgulloso de mi labor e incluso de la empresa.

Cuando llegamos a un nuevo destino laboral, especialmente si somos jóvenes, queremos demostrar lo que valemos y nos convertimos en personas creativas y entusiastas. Aunque tengamos el miedo al otro al que anteriormente hacíamos referencia, nos sobreponemos y sacando fuerza de nuestro interior, miramos a los ojos a las personas. Esa mirada, no exenta de temor, busca principalmente la aprobación de los demás: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Sirvo para el puesto?

Después de un tiempo comienzan los problemas. No todo es la fiesta que nuestras expectativas habían forjado. Nos habíamos imaginado que podíamos con todo, o que las cosas no se podían torcer. Sin embargo la realidad hace que los conflictos sean el pan de cada día. Y ¿qué hacemos? ¿Los encaramos de frente o nos guardamos el malestar dentro? Si hacemos esto último llegaremos fácilmente a la frustración. Si dura mucho tiempo caemos en la trampa de la resignación. Durante esta dura etapa de aprendizaje, repetimos, o incluso construimos, creencias que permiten que nos instalemos en esa dolorosa zona de confort auto-convenciéndonos a nosotros mismos de que la situación no se puede cambiar.

A eso lo llama Lotfi El-Ghandouri, el despido interior y lo define como la renuncia a poner empeño en el trabajo. El despido interior es el resultado final de un largo y complejo proceso de vivencias negativas en el trabajo. El trabajador se distancia de sus funciones, sin llamar la atención y pasando inadvertido, evitando conflictos[1].

El autor explora los motivos por los cuales tiramos la toalla. Resalta cuatro:

  1. Aparcar nuestros sueños.
  2. Dar la espalda a nuestros valores o principios.
  3. Mantener un desequilibrio entre nuestras esferas de vida.
  4. Tener prejuicios de forma constante.

Las ilusiones se pueden volver a recuperar siempre que lo deseemos, siempre y cuando ¡volvamos la mirada a nosotros mismos! Nuestros valores no los podemos perder y tenemos que vivir de acuerdo a ellos, si los traicionamos, nos estamos traicionando a nosotros. La frontera mental entre las diferentes parcelas de nuestra vida, nos convierte en personas enmascaradas por el miedo. Finalmente, los juicios y prejuicios que emitimos constantemente, la etiquetación del otro, nos desconecta de los demás.

Es por ello que una vuelta a mi autenticidad y a profundizar en ese «quién soy», alineándome con mis valores es un muy buen paso para ser feliz con lo que hago.

La magia comienza cuando mis valores están en sintonía con la empresa con la que trabajo.

[1] Lotfi El-Ghandouri, El Despido Interior. Editorial Alienta, 2007.

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