Hace unos días, recibí un correo de un lector en el que me decía entre otras muchas cosas: “Juan, se ha cumplido la viñeta de la página 103 de tú libro Gestión del cambio!! xD…la misma situación”
¿De qué habla esa viñeta? Sencillamente de las formas de “asesinar” a un líder. Ahí se describen que hay ocho formas de asesinar el liderazgo y él acababa de sufrir una de ellas: había sido ascendido.
Y me preguntaba con gran agudeza: “¿Qué quieren que NO haga?” Era consciente que su ascenso, merecido hace mucho tiempo, obedecía más bien a una cuestión estratégica de eliminar su pasión por la gestión del cambio (es ingeniero, joven, con nuevas ideas) más que a cuestiones de justicia (que ya debían haber hecho hace mucho tiempo).
¿Por qué faltan líderes, ya sea en nuestra sociedad, empresa o ecosistema vital? Sencillamente porque liderar es peligroso. Como decía Maquiavelo en su libro El Príncipe: “Quien inicia el proceso (de cambio) adquiere la enemistad de todos aquellos que se benefician por la preservación de la antigua institución, y sólo el apoyo de defensores apáticos que obtienen alguna ganancia del nuevo sistema”.
Por lo tanto, tenemos que estar dispuestos a sufrir el ataque en sus múltiples formas, de las cuales, algunas pueden ser tan sutiles e indetectables como la de nuestro protagonista.
Como decía, hay ocho formas de asesinar el liderazgo, es decir, a quienes desean hacer cambios:
– atacando
– traicionando
– marginando
– alargando el proceso
– desviando
– quitando recursos
– seduciendo
-chantajeando
¿Qué fue lo que hizo? “Pasé a ser molesto, incomodo y tenían que mover ficha para ello. Ahora eso sí, me alababan mi manera y formas de trabajar…palabras envenenadas”. Finalmente ha decidido abandonar la empresa y empezar un nuevo proyecto.
Esto refleja lo que esta generación (la que está preparada, obviamente) busca. Ya no es seguridad, sino disfrute, desarrollo, crecimiento, empleabilidad y futuro.