El aroma de tu hogar

El clima laboral o ambiente de trabajo es algo parecido al aroma de una casa, al olor de una vivienda; es el resultado de muchos ingredientes y todo el mundo lo percibe. Metamos por ejemplo en un frasco el sector, la actividad, el estilo de dirección, la cultura, los valores, los hábitos y costumbres, etc… y a las personas. Agitemos, abramos el frasco y ése es nuestro ambiente, el aroma de nuestra empresa. Afecta directamente al entusiasmo, a la productividad, a la salud, al absentismo, a la gestión de equipos y por todo ello, a la rentabilidad. Como consecuencia, hace que en esa organización se trabaje con satisfacción o resulte, como poco, ocho horas diarias de angustia y sufrimiento.

Todos y cada uno de nosotros somos ingredientes de ese ficticio frasco de aromas que al destaparlo sale parte de mí, contribuyendo al clima general. Mi estilo de comunicación, mi destreza en recibir y hacer críticas, mi habilidad en recibir y hacer halagos, mi manía de hablar del ausente, mi cortesía, mi espíritu de servicio, mi terquedad, mi amabilidad, mi sonrisa, etc., etc., etc..

La dirección, por tanto, debe velar por un clima confortable, facilitador de relaciones, generador de proyectos ilusionantes, motivador. Es una de sus responsabilidades del liderazgo y, a mi modo de ver, frecuentemente descuidada.

Pasamos demasiadas horas en las empresas esperando a que dé la hora de salida para poder encontrar satisfacción en lo que hacemos con quien lo hacemos. Por ello propongo poner manos a la obra para tomar conciencia y desarrollar un estilo productivo propio, que genere formas agradables de colaboración, elimine tensiones infructuosas, evitando conflictos absurdos, que ya la vida se encargará de traernos los suficientes y seguramente inevitables.