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Coraje de futuro: la valentía de ser (III parte)

Atreverse es una condición necesaria para vivir humanamente. Un instrumento básico de navegación vital. El coraje es una conducta necesaria e imprescindible en la vida humana.

La valentía de atrevernos a ser en los momentos de dificultad y zozobra y el coraje de la humildad, especialmente en los momentos felices de éxito, son un verdadero reto, porque es en éstos justamente en los que más fácilmente incurrimos en el riesgo de la arrogancia y en aquellos, en la desazón.

Nada peor para el futuro de una identidad que la arrogancia, aunque ésta esté muchas veces justificada por el glamour y el éxito social. Y de ello dan fe, todos aquellos que trabajan en ámbitos donde la intimidad de las persona sale a flote (médicos, psicólogos, psiquiatras, etc.), y donde el escenario social ha bajado su telón. En la intimidad de las conversaciones sinceras, todos nos quedamos desnudos y sin ropajes sociales, condición por cierto, propia de nuestra identidad desfondada y vulnerable.

Por contraste, paradójicamente, el verdadero coraje, la valentía suprema, el atrevimiento más genuino y retador, no exento nunca de doloroso proceso, es el de la humildad.

Para atreverse a ser humildes, hay que ser un verdadero conquistador de sí mismo. No hay humildad que no requiera de la valentía, del coraje, del atrevimiento de despojarse de tanto Ego propio y de la asunción del riesgo de atreverse a despojarse de nuestra propia necedad.

En la desdicha o en el triunfo, nos ponemos a prueba. Es en estos momentos en los que nos hacemos y consistimos. Y la paradoja es que, sin ser originales, habitualmente somos fuertes en la adversidad y débiles en la abundancia. ¿Por qué? Porque en la abundancia nos creemos injustificadamente dueños y señores de nuestras capacidades y virtudes, y en la derrota abandonados a la intemperie. Y en la intemperie el hombre lucha por vivir y recuperar su dignidad.

La humildad, que consiste en no creerse mejor cuando estás arriba ni peor cuando estás abajo, y la esperanza (fianza en la espera) amortiguan la desazón en la dificultad, inspirando el humilde coraje de futuro, y en la abundancia, otorgan la agradecida valentía de ser.

El hombre no sólo vive de memoria y de presentes, sino también de promesas, de futuros esperados y de anhelante esperanza.

El coraje de futuro y la humilde valentía de ser, son pues, uno de los ejes vertebrales más importantes que se deben, pueden y conviene ofrecer y enseñar, tanto en los ámbitos familiares como en los ámbitos sociales, cualesquiera que sean las instituciones que conformen nuestra sociedad civil.

En conclusión: ten coraje de futuro. Ten la humilde valentía de ser.

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