La reputación es un intangible que nos afecta a todos. Personas, empresas e instituciones son valoradas en función de la percepción que de ellas tengan los demás. Tanto es así que una de las principales herramientas en la creación de valor en nuestra sociedad.
En este sentido, la Unión Europea y sus instituciones se ven también afectadas por la percepción que de ellas tienen sus ciudadanos.
El problema viene cuando una mala reputación es “injusta” y llega de la mano de concepciones erróneas o falta de conocimiento acerca de lo que es capaz o no, y esta ausencia de información nos lleva a situaciones en las que se le exige actuar como no puede o debe.
Esta mala reputación, fruto de la falta de conocimiento, se materializa tanto en críticas por exceso (considerándola como un poder político incapaz o inútil) como por defecto (acusándola de imponer políticas a y en los Estados miembros, vulnerando su soberanía o restringiendo su capacidad de maniobra).