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A pesar de las grandes expectativas puestas en la aprobación de una serie de reformas propuestas por el gobierno federal en 2014, el panorama se ha transformado. De lo que se veía como un gobierno proactivo, en control, con estrategia y operación, se ha pasado, aparentemente, a la percepción de un gobierno descolocado, desordenado y confundido ante una serie de malas noticias.
El secuestro y asesinato de 43 estudiantes, la revelación de un posible conflicto de interés entre la presidencia y un exitoso contratista de los gobiernos de Enrique Peña, la depreciación súbita del peso y la caída de los precios del petróleo, se aliaron para poner en exposición las debilidades fundamentales del sistema político y económico mexicano.
En cualquier caso, de nada sirve de minimizar o exagerar la situación, sino parece necesario apostar por la audacia, la lealtad y la sinceridad. Así, entre las iniciativas que pueden mejorar en el corto plazo la situación estarían: borrón y transparencia nueva, ajustar el equipo, perseverancia en las reformas, repensar los ajustes en seguridad y justicia, el acercamiento a la sociedad y la aplicación de la ley.
El éxito de este gobierno se presenta como deseable para la sociedad, pero para ello debe contribuir al mismo. Habrá, desde luego, otras propuestas y diversos puntos de vista. El propósito es abonar a una mejor conducción gubernamental y una mejor convivencia social.
No es momento de minimizar o exagerar la situación, sino de pensar fuera de la caja y apostar por la audacia, la lealtad y la sinceridad.