El mundo que nos ha tocado vivir se nos presenta como un cúmulo de problemas de difícil entendimiento y solución. Los temas que nos toca resolver son complejos, muchos de ellos vienen desde tiempo atrás y otros resultan prácticamente desconocidos para la mayoría de la gente.
Una buena parte de los principios y sistemas políticos de los que estábamos seguros parecen tambalear o adquieren características que los hacen irreconocibles o carecen de un rumbo claro.
De otra parte, los avances tecnológicos, a través del Big Data, van adentrándose en nuestras vidas y en nuestros datos personales para utilizarlos con fines ajenos y hasta desconocidos. Los adelantos de la inteligencia artificial parecerían, más allá de facilitarnos la existencia, amenazar nuestra identidad y con sustituirnos en nuestros roles esenciales como seres humanos.
Obviamente, estos son los aspectos peligrosos y negativos. Junto a ellos, se encuentran otros alcances que nos llenan de entusiasmo y de ilusión. Las posibilidades de contrapesar los desequilibrios son ahora mayores que nunca. Las oportunidades
de mejora de las economías y el desarrollo de las sociedades se encuentran en el punto más alto de la historia de la humanidad, abriendo espacios para el cambio y la superación. En el montaje de los sistemas políticos y en la formulación de sus principios, hay más margen que nunca antes para el juego y las posibilidades de la libertad humana. La ampliación de las fronteras de nuestra inteligencia gracias a las maravillas de la inteligencia artificial nos abre caminos y campos insospechados, llenos de promesas y mejoras para el futuro de las personas y sus agrupaciones que, si son llevadas correctamente, pueden lograr cambios en la historia.
Por eso, es importante pensar en el mundo que se nos viene, especialmente para la empresa. No, por cierto, desde una posición meramente pasiva, ni de simplistas previsiones del futuro, sino considerando —o, más bien, a partir de— la complejidad de los temas y de las variables que los condicionan. Y encontrar para esa empresa el sentido de su existencia en un mundo que cambia a veces con más velocidad que nuestra propia imaginación.
Para presentar estos factores cambiantes, nadie mejor que alguien, como Enrique Sánchez de León, que vive en medio de ellos y ejerce un rol responsable tan importante como la Dirección General de APD en España y de APD Internacional, desde cuya posición trabaja con los mismos de manera familiarizada y cotidiana.