Las empresas de hoy aprecian el valor de contar con una cultura organizativa sólida, que refleje sus principios y sus propósitos. Y trabajan cada día para lograrla, afianzarla y desarrollarla. Esa cultura no puede ‘importarse’ de algún lugar fuera de ella. Tiene que crearse y trabajarse día a día, a lo largo y ancho de todo su organigrama.
¿De dónde nace esa cultura? De la conducta de todos los colaboradores. Originalmente, esa conducta se define a través de los pequeños y grandes actos diarios de algunos líderes, que van condicionando y contagiando a cada uno y todos los demás. ¿A qué nivel se encuentran usualmente los líderes? En todos y en cualquiera. No son seres excepcionales, especialmente iluminados y afortunados. No. Los líderes pueden encontrarse desempeñando cualquier papel y responsabilidad dentro de la organización. Son aquellos capaces de ver lo que nadie ve para cambiar el futuro, desafiando el statu quo. Aquellos que están dispuestos a salir más allá de su zona de confort y cumplir un papel protagónico son los que se desempeñan como los verdaderos catalizadores del cambio en el interior de la empresa.
Esos líderes naturales capaces de llevar a sus equipos a alcanzar resultados extraordinarios conforman lo que llamaremos las ovejas negras. Y su desempeño puede convertirse viralmente en un contagio saludable, en el mejor virus que puede implantarse en una organización para promover y lograr una cultura de innovación sostenible en el tiempo. Por ello resulta indispensable para una empresa explorar el concepto de las ovejas negras, identificarlas, despertarlas y generar el clima necesario para explotar el potencial de su creatividad competitiva.